Este acto, que consiste en mandar sobre uno mismo para poner por obra lo que se ha juzgado conveniente, es el más específico de la virtud de la prudencia[i]; por eso puede definirse como «la virtud de la función imperativa de la razón práctica que determina directamente la acción»[ii].
Los actos contrarios al imperio o mandato son: la negligencia, en cuanto supone falta de solicitud en imperar eficazmente lo que debe hacerse; y la inconstancia, que consiste en abandonar por motivos insignificantes el propósito dictado por la prudencia[iii].
[i] Cf. S.Th., II–II, q. 47, a. 8.
[ii] M. RHONHEIMER, La perspectiva de la moral, o.c., 241. Cf. A. RODRÍGUEZ LUÑO, La scelta etica. Il raporto fra libertà & virtù, o.c., 83ss.
[iii] Cf. S.Th., II–II, q. 53, a. 5.